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jueves, 1 de septiembre de 2011

Su mano se posa en su nuca tímidamente y sus dedos acarician cada centímetro de su espalda como si fuera la más suave tela. Sus ojos aun no se atreven a mirarla a los ojos, así que no se explica el motivo de por qué esta casi convencido de que ella le esta mirando. Sonrie.Tal vez solo sea la situacion, pero su mano sigue bajando por el cuerpo de ella. Jamás ha imaginado una piel tan bella, un oleo para sus deseos mas íntimos. Su voz suena lejana, casi parecen estar en habitaciones distintas a pesar del contacto de sus labios. El suelo se mueve debajo de sus pies y el techo deja paso a un cielo azul. Ella pone su mano en su pecho, siente los latidos de él. Se aceleran por momentos y se encadenan con los suyos formando una melodía que incita a abrazarse. Pero el abrazo se vuelve más íntimo cuando su espalda se posa en el cabecero de la cama y sus pechos se unen en una silueta que derrocha pasión y deseo. No tienen calor ni frio. No es cobarde, pero tiene miedo de que sus piernas sigan rodeando su cintura. Ella besa su torso mientras su dedo se mantiene en la boca de él, indicándole que guarde silencio y sus labios bajan recorriendo un camino por el que han pasado tantas otras antes pero ninguna como ella. Todo explota, las paredes se caen, la cama vuela, sus cuerpos flotan y el amor lo inunda todo. Él es consciente de que la quiere, no un sentimiento banal ni superficial, no profundo ni hermoso, ni iluminador de salas oscuras. Pero tan puro que asusta, y el deseo casi puede hacerse físico y palpable. Nada de eso tiene sentido cuando una húmeda sensación recorre su columna y el solo puede pensar que tiene suerte y esta noche ella lo será todo para él.
Tal vez mañana también.