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lunes, 6 de agosto de 2012




El era el único que sabía cómo robarme sueños de amaneceres a su lado. El único por el que el insomnio calaba en mis huesos como la escarcha cuando se hacían interminables los días sin el. Lo habría dado todo por su pestañear resuelto y provocador, que me hacía sentirme sucia.
Cada una de mis terminaciones nerviosas eran conscientes de que le deseaba. Y me habría gustado poder explicarle que tenía una infinidad de te quieros a presión en la garganta, ahogados, silenciados por un remoto miedo a perderle. Por si aquel huracán de sentimientos devastaba todo posible rastro de cariño en el, y esta huyera a un lugar más seguro donde refugiarse, lejos de mí.
Me habría gustado hacerle saber que ahora el aire parecía enrarecido si no respiraba su aliento húmedo y cálido, a veces con un ligero regusto a menta. Su aliento me colocaba, me volvía adicto a el.
Me habría gustado decirle, que se llevara este maldito insomnio y las tantísimas noches acogiendo a la nostalgia en mi cama en vez de a el. Que ojalá estuviera aquí, haciendo realidad esos sueños de amaneceres a su lado.


Ahí va otra vez.
Las luces vuelven a girar. Los contornos se difuminan. Un tsunami inunda mis pulmones de un extraño sentimiento. La habitación comienza a desaparecer. Siento que el pecho me va a estallar. Y después...
Después tan solo quedamos tú y yo. El resto del mundo ha dejado de existir por unos instantes, o tal vez sean minutos, horas, ¿pero a quién le importa el tiempo cuando no tenemos ni un segundo que perder?
Ese inesperado e insólito huésped que ahora habita mis pulmones, es como un imán que me atrae hacia ti.
Quiero besarte. No aguanto más.
No sé ni cuánto tiempo llevamos haciendo que salten chispas en el ambiente al más mínimo contacto de nuestros labios. Pero no pienso besarte. No mientras sigas siendo la electricidad estática capaz de ponerme el vello de punta con un mero roce. No mientras sigas aportando pequeñas descargas eléctricas de felicidad a mi vida.
No pienso besarte hasta que se nos escape el tiempo de las manos y tengamos que volver a ser conscientes de él, con la desesperación del adiós en la boca.


Sé que te dije que jamás podría explicar "esa sensación tan rara" que noté en la parada y tal vez existan muchas y mejores maneras de explicar un beso, pero aquí tienes una pequeña aproximación a nosotros, a lo que soy cuando tu estás cerca y a ese pequeño trocito de cielo del que me haces dueña.