Seguidores

lunes, 6 de agosto de 2012



Ahí va otra vez.
Las luces vuelven a girar. Los contornos se difuminan. Un tsunami inunda mis pulmones de un extraño sentimiento. La habitación comienza a desaparecer. Siento que el pecho me va a estallar. Y después...
Después tan solo quedamos tú y yo. El resto del mundo ha dejado de existir por unos instantes, o tal vez sean minutos, horas, ¿pero a quién le importa el tiempo cuando no tenemos ni un segundo que perder?
Ese inesperado e insólito huésped que ahora habita mis pulmones, es como un imán que me atrae hacia ti.
Quiero besarte. No aguanto más.
No sé ni cuánto tiempo llevamos haciendo que salten chispas en el ambiente al más mínimo contacto de nuestros labios. Pero no pienso besarte. No mientras sigas siendo la electricidad estática capaz de ponerme el vello de punta con un mero roce. No mientras sigas aportando pequeñas descargas eléctricas de felicidad a mi vida.
No pienso besarte hasta que se nos escape el tiempo de las manos y tengamos que volver a ser conscientes de él, con la desesperación del adiós en la boca.


Sé que te dije que jamás podría explicar "esa sensación tan rara" que noté en la parada y tal vez existan muchas y mejores maneras de explicar un beso, pero aquí tienes una pequeña aproximación a nosotros, a lo que soy cuando tu estás cerca y a ese pequeño trocito de cielo del que me haces dueña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario